5 sept 2011

Isidora con Carmencita

Hallábase al lado de él sin pronunciar palabra alguna. Sus ojos se miraban como queriendo abrazarse; en una complicidad tal que parecían dialogar sin razón. Entre el ir y venir de la gente, quiso contarle algo; sin embargo, no pudo. Quería hablarle, reírse, llorar, jugar con él. Pero no podía. Con qué excusa podría sacarle una palabra a ese ser que le es tan desconocido, pero a la vez tan cercano. Cómo hacer que algo más que sus ojos se fijaran en ella. Cómo buscar las caricias, los abrazos, los besos. Eran tan distintos, pero a la vez tan iguales, que la necesidad de recorrerlo, de sentirlo, de entrar en su historia carcomía su joven alma. No obstante, se hallaba tranquila. La taciturna mirada de ese ser le bastaba para ser feliz. Disfrutaba de su compañía, del calor, de la energía que le transmitía cuando se sentaba a su lado. De aquella fragancia que despertaba sus sentimientos más impuros. La misma que le hacía pensar y  hacer cosas que jamás imaginó. De pronto, ahí de pie, en el parque de Calle Isidora con Carmencita, su corazón adolescente no aguantó más: -¿Me amas?- Le preguntó. –Pensé que nunca lo ibas a decir- contestó.

28 jul 2011

Coincidencias

Te siento al lado mio. Estoy nervioso, no te veo. Bueno, en realidad, no me atrevo a mirarte. Y sé que tú tampoco te atreves. Tiemblas, estás agitada. Pese al ruido, puedo escuchar tu respiración. La gente nos empuja, el tren se mueve rápido, pero sigues a mi lado. No cruzamos palabras, no basta. Nuestras miradas hablan por nosotros, juguetean solas en su propia fantasía. Nuestro reflejo en la venta ampara la necesidad de abrazarnos, de acariciarnos. Sonreímos. Pasa el tiempo, y aquí estás, aún a mi lado. Estamos igual de nerviosos, nada cambia. Te vuelvo a sentir, a oler y a escuchar tu respiración. Sin embargo, algo es distinto. Aprietas fuertemente mi mano y me hablas frente a todos -Sí, acepto- me dices. ¡Que feliz me has hecho!

26 jun 2011

Cambios

Siempre imaginó que alguna vez algo iba a cambiar. Que tendría una nueva oportunidad, una esperanza para ya no esperar más. Un día pensó que sería capaz de salir, de abandonar todo lo que tenía y poder cumplir la promesa por la que tanto luchó. El tiempo, sin embargo, le mostró lo contrario. Lo hizo víctima de esa la cruel y oscura prisión de la incertidumbre y la espera... Caminaba ella por Avenida Central. Con paso y ritmo seguro. El sonar de sus tacos generaba una melodía que parecía hacer juego con el vaivén de sus caderas. Mientras peleaba con unas palomas que intentaban arrebatarle la comida que había recolectado durante la mañana, la vio pasar. La sola presencia de esa mujer detuvo su tiempo. Lo trasladó a otra dimensión. Era él y esa mujer de altos tacos. Su cabello al viento, su vestido ajustado, sus labios rojos, sus ojos pardos, su piel blanca, todo hacia armonía con su espectacular figura. Un ataque de feromonas invadió su cuerpo y él cayó rendido a sus pies. Su aroma, su calor, todo lo que expelía de ella, era un bendito veneno para  su corazón. Quedó maravillado, embobado. Cuando por fin cruzaron miradas, a tan sólo unos metros de distancia, ella abrió su cartera, sacó una moneda y la arrojó despectivamente mientras subía a su Mercedes. Sin más, el sujeto recogió el dinero, se puso de pie y volvió a pelear con las palomas. El mundo siguió su curso. Todo fue igual, no era tiempo para cambiar. 

23 may 2011

Llanto

Estás llorando. ¿Te pasa algo? La estación está llena. ¿Quieres consuelo? ¡Mierda! Nadie hace nada. Es como si estuvieras sola, frente muñecos grises, sin rostro, perplejos. Una masa sin alma. Amebas que se dejan llevar por la rutina. ¡Malnacidos! Te ignoran, y lo sientes. Lloras con más fuerza. Te puedo escuchar. Cubres tu rostro. Te golpeas, queriendo despertar y no puedes. Estas aquí, en medio de la nada, en una muchedumbre vacía. Sola. Una con tu dolor, tu única compañía. Lo sabes y la idea te corrompe. ¡Por Dios! Quiero abrazarte, consolarte. Tu llanto destroza mi alma. Quisiera secar tus lágrimas, tomarte en mis brazos, darte calor, pero la masa me aleja más de ti. Lucho, trato de avanzar, pero no puedo. Estoy a pocos metros. Te pones de pie, sigues llorando. Estoy más cerca. Corres empujando a todos. Ingresa el tren, y tú te vas con él.Ya es tarde, y ahora, si ahora, todos te ven. Tu llanto será su condena. Tu llanto fue mi adiós.

11 may 2011

Amor Perro

Te quiero, aunque me hayas cambiado. Sí, te quiero y no te olvido. No me importa que ya no me mires, que no me hables. Igual te quiero.  Extraño tus caricias, tus miradas, tus juegos, tu sonrisa. Cuando pasas por mi lado, mi corazón late muy rápido. Me animo. Pero tú no me tomas en cuenta. Soy como invisible. Pese a ello, igual te quiero. No importa que él sea menor que yo. Siempre que quieras, ahí estaré. Sé que estoy viejo, casi moribundo, pero mi amor sigue más vivo que nunca. Porque tú eres mi amo y aunque me hayas cambiado, siempre moveré mi cola para recibirte.

8 may 2011

Simpleza

La miró de reojo y su pulso aceleró. Se ubicó muy cerca de ella. Temblaba de nervios, pero se controlaba. Era necesario. No podía perder esta oportunidad. La quiso abrazar, pero no pudo. Sus brazos no respondían. Le quiso mirar los ojos y su cabeza no se movía. Su cuerpo no respondió. Pero que grande es la simpleza del ser humano. Una mirada, un abrazo, un sonrisa. Sólo eso le bastaba para ser feliz. Quería sentirla, acariciarla, nada más. Deseaba tomar su mano, pero no pudo. Cuando al fin se decidió, ya era tarde. Aquella mujer que tanto quiso, ya no estaba, se había esfumado en la complejidad de su propia fantasía.

Madre

Siempre imaginé cómo sería este día. Cómo me saludarías, qué me regalarías. A veces me desconozco. ¿Habrás provocado ese cambio? Cuando era niña nunca pensé que estaría en esta posición. Yo quería disfrutar la vida, no preocuparme de nada, ser feliz. Pero apareciste. Mataste mis ilusiones. Me hiciste caer.  Me sentí sola, acabada. Cada movimiento tuyo, era una agonía para mi. No resistía más. No podía cargar contigo. Extrañaba mi libertad. Hoy es distinto. Cierro los ojos y te veo feliz. Creciendo junto a mí. Regalándome una sonrisa, un dibujo, una rosa, un abrazo. Diciéndome Mamá, te amo. Abrazando mis faldas, sollozando en mi seno. ¿Seré capaz de parar todo esto? ¡No! ¡Paren por favor! ¡Paren! Maldita sea, ya no tengo salida. El arrepentimiento se disuelve en mis lágrimas. Tu grito se ahoga en la desdicha de mi vida. 

3 may 2011

Encuentro

Ahí estás otra vez. Cruzas la calle como de costumbre, con un paso muy acelerado y cabizbaja. ¿Que piensas? ¿Por qué no miras a los ojos? ¿Ocultas algo? Camino a tu lado y es como si yo no existiera. Acelero mi paso, me devuelvo, te enfrento, y no reaccionas. ¡Qué rabia! Llevo un par de meses observándote, estudiando cada uno de tus pasos, y no logro descubrirte. He intentado hablarte. He comido en el mismo restaurante, al lado tuyo. Ya sé qué comes de lunes a viernes. Que bebes Coca Cola normal y que te encanta el kuchen de manzana. ¡Y tú! Si, tú, no te das cuenta. A veces creo que te asusto, por eso no me hablas. Pero he disimulado bien. Te he visto y eres así con todos. Creo que deberé tomar acciones más arriesgadas. Sí, ahora camino con paso decidido. Te enfrento con toda velocidad. Tú estas ahí, en aquella esquina donde sueles oler las rosas. Quizás la única deferencia que tienes con el mundo. Estoy a pocos metros tuyo. Me hago el distraído, choco contigo y boto tus papeles. Me avergüenzo. Los cojo, te los entrego, me miras, te acercas y dulcemente me dices al oído "Gracias, Armando". Siempre lo supiste. 

2 may 2011

Blues

Paseo Ahumada. 12.30 de la tarde. La masa se mueve sin dirección. El calor no agobia la carrera. El gentío no pierde su tiempo. No descansa. Eterna peregrinación de una humanidad sin rostro, gris, cabizbaja, programada para caminar y llegar a destino. Hombres cegados por sus individualidades, aislados en la multitud. Sin ver, ni escuchar, ni sentir. Nada. Sin embargo, en medio de ellos alguien ríe. Si, ríe. Un viejo que goza con este gran  espectáculo. Le gusta estar con la gente. Baila, salta, juguetea, pero nadie lo ve. Con dificultad avanza hasta una esquina. Lo acompaña su perro, fiel compañero, su verdadero hermano. Y su bastón, regalo de Iris, su antigua enfermera y eterna enamorada.
Aún sonriendo por la escena que presencia, saca de su bolsillo esa vieja armónica que alguna vez le regalara su padre en la antigua finca. Testimonio de esa gran promesa. El juramento de ver en medio de la oscuridad, con cada uno de sus acordes. De crear mundos e iluminar su alrededor. Así, llegó la música. Cada una de las notas, de las armonías que salían de aquel instrumento coloreaban el paisaje de las masas. Un blues acelerado y pegajoso que convocaba a la masa a dejarse llevar por el sonido del alma, mirándose por primera vez a los ojos. Si hasta las palomas salían de su letargo y acompañaban al viejo, mientras animaba con más energía su melodía. El Paseo se llenó de colores. La masa se volvió humanidad, abrió sus ojos y se entregó al baile. Un jolgorio de antología, digno de las mejores postales parranderas. En medio de la algarabía, el viejo dejó de tocar, pero la música quedó en el aire, en el corazón de cada sujeto. Acompañado de su fiel lazarillo, el viejo se arregló sus anteojos negros y se marcho sonriendo, tarareando su canción y siguiendo el ritmo con su bastón. La misión estaba cumplida, los había hecho ver.

1 may 2011

Tacones Rojos

Sentada en la estación, no tenía ganas de hablar. Estaba anocheciendo y parecía no tener deseos de irse. Así estuvo durante varias semanas. Callada. Sumergida en su interior, con la vista perdida, esperando el renacer en su corazón. Aquella banca era su refugio. Allí pasaba horas y horas mirando a la nada. Una que otra vez, le hacían compañía. Pero ella no respondía. Estaba allí esperando. Vestido y velo negro. Medias caladas y tacones rojos. Como si regresara de un funeral. En un eterno luto, sentada en la estación, donde lo despidió. Con el tiempo, pasó a ser parte del paisaje. Palomas y gorriones le hacían compañía. Los vecinos ya la traban de loca, y la ignoraban. Pero ella se mantenía allí, inquebrantable, aferrada a un pequeño pañuelo que presionaba contra su pecho. Sus labios habían perdido su color. Sus mejillas ya no sonrojaban y su cabellera no brillaba. Habían pasado ya varios meses. 
Un día, escuchó su nombre. No lo creyó. Al segundo llamado, lo confirmó. Se levantó, dio media vuelta y lo vio. Sí, era él. Aquel amor que despidió hace ya un año por las guerras del norte. Los colores volvieron a ella. Su brillo, su ternura, todo. Corrió a toda velocidad y abrazó a su amado. Un beso retenido por el tiempo selló el feliz encuentro. Él la tomó de la mano y emprendieron el largo viaje de regreso. En la banca de la estación, mientras tanto, aún yacían los tacones rojos, en los pies de una moribunda mujer que, ahora, sonreía. 


Condena

¿Estás bien? ¿Te pasa algo? No te logro ver bien. ¿Por qué lloras? ¿Te hicieron algo? Que ganas de saber, de abrazarte, de consolarte. Quiero sentirte, secar tus lágrimas, mirarte a los ojos. ¿Qué pasa? No puedo verte. No te vayas. Me avergüenza alcanzar tus ojos. ¿Qué dirá el resto? ¿Con qué excusa me acerco a ti? Desde acá puedo oler tu perfume. Me encanta. Puedo sentir tus sollozos. Me rompes el corazón. Que ganas de tomarte y acariciar tu pelo. !Desgraciados! Nadie hace nada. ¿Por qué estás así? ¿Quién te hizo esto? No sigas por favor. ¡Maldición!, te has ido otra vez. Te busco y no te encuentro. ¿Te llamo? Pero ¿cómo? No sé tu nombre. Estoy tocando fondo. ¡Dame una oportunidad! Te lo ruego. ¡Ah!, ahí estás de nuevo. Menos mal. Te veo un poco más tranquila. Yo también lo estoy. Perdida en medio de este vagón has desahogado tus penas. No te preocupes, pues yo soy la solución. Sí, lo he decidido. Te hablaré, y te juro que seremos felices. Pero, qué. !NO! ¿Te bajas? ¿Ahora? ¿Aquí? No lo hagas por favor. ¿Qué haces? Pasas por mi lado, como si no existiera. Me duele. Te vas sin decir nada. Sólo el reflejo en el espejo cruza nuestras miradas. Tus ojos son mi condena. 


28 abr 2011

Realidad

¿Es el sueño una realidad? Faustina no lo sabía. Todos los días vivía en esa constante incertidumbre, desconociendo si sus acciones realmente repercutirían en el mundo. Sentada, sola, frente a una gran pantalla, no lograba conciliar sus acciones. Lo que a simple vista parecía ser algo rutinario, no era más que un cúmulo de extrañas y terroríficas experiencias. Postales expresionistas que configuraban cada uno de sus días. Un peligroso limbo que lo acercaba cada vez más a esa profunda oscuridad. Un viaje sin retorno al que Faustina no temía, puesto que una ventana que se hallaba frente a ella, le revelaba que en realidad todo era normal. Un día, sumergida en esta desagradable incertidumbre y con mucho más miedo que antes, Faustina quiso salir de ese mundo. Miró nuevamente hacia su ventana y quedó maravillada. La luz que entraba por ésta era tan cálida, tan hermosa que le fue imposible no acercarse a ella. Por primera vez en su vida, Faustina se alejó de su pantalla y se dirigió a la ventana, su gran salvavidas. Hallándose frente a ella, cerró sus ojos y sintió como la brisa del viento se encontraba violentamente con su rostro. Era agradable. Por fin Faustina lograba esbozar una leve sonrisa. Todo andaba bien. Todo era normal. Su corazón ya no temía. ¿Sería éste el final de su pesadilla? Satisfecha nuevamente de haber salido de su largo limbo, Faustina abrió sus ojos y sólo vio oscuridad.

26 abr 2011

Armonía


Mientras el Chelo enamoraba a la Viola y la Negra seducía al Contrapunto; la Guitarra solitaria se dejaba acariciar por el instrumentista.


La Espera

1945. Ella mira su reloj. Sólo faltan 5 minutos para la hora acordada. Estaba ansiosa y algo apenada, pues no lo volvería a ver quizás hasta cuando. Era su última oportunidad y todo debía salir perfecto. Su mejor perfume, su mejor labial, las pestañas perfectas, aquel vestido que nunca usó esperando una oportunidad como ésta. Todo estaba en su lugar. El plan marchaba a la perfección. Hoy sería suya. Un romance real y eterno. Dos minutos. Su cuerpo temblaba, sus manos sudaban. Era agosto, los duraznos en flor flotaban en el cielo y la muchedumbre caminaba apresurada, como cualquier día laboral. Un minuto. ¡Mitzuko! Escuchó a lo lejos. Se volteó y sólo vio un resplandor.

Se enamoró la morena

¡Baila morena esta cueca que por mi amor te voy a tomar!... Empezó a cantar el Marcelino mientras las chiquillas sacaban a bailar a los clientes. -Ejá- gritó don Pelayo que con su fiel pipeño tañaba en su mesa medio curado. En un rincón, la Ramona se reía con un vejete, mientras la Jacinta le hacia ojitos a Manolito, el pije que se quería hacer hombre. Y así empezó la segunda... Todos se levantaron a bailar. La pista se llenó en un abrir y cerrar de ojos. Las chiquillas empezaron a gritar y a mostrar lo suyo. Contorneando sus hombros y levantando sus polleras fueron conquistando el deseo y el bolsillo de sus clientes. Así se armaron las parejas. Entre vuelta y vuelta, las mujeres tomaban a los más vivarachos para iniciar su "trabajo".

25 abr 2011

Cinco Minutos

Aún de noche, la vio pasar frente suyo. Como de costumbre, la miró sin disimular su angustia. Siempre a la misma hora y en el mismo lugar, despertando sus más profundos deseos. Su voz, su aroma, su piel, su dulzura; todo era una incógnita para él. Sólo cinco minutos le bastaban para hacer realidad su única gran fantasía. Cinco minutos para vivir su idilio. Trescientos segundos para protagonizar las más fogosas líneas de sus poemas. Sólo cinco minutos. Una eternidad. Sí, sólo cinco minutos para que la marcha del autobús lo despertase y ella quedase ahí, en el lo que siempre ha sido, una simple fantasía.