1 sept 2007

Un sueño coartado

Estaba nervioso. Sus manos sudaban y su respiración se tornaba cada vez más agitada. Estaba angustiado, desesperado. Hace tan solo tres semanas lo habían despedido de la empresa y ya no tenía cómo alimentar a su familia. Buscó trabajo y no consiguió nada. Y es que con sus 55 años de edad, nadie lo quería contratar. Caminó por largas horas, sin un rumbo fijo. En el trayecto muchas ideas se le vinieron a la cabeza. Pensó en suicidarse, pero su cobardía fue más grande y prefirió seguir con su ya maldecida vida. Así llegó al Banco decidido a cobrar sus últimos recursos. Se puso en la fila y esperó. Durante la espera consultaba constantemente su reloj, como si esperara a alguien. Miraba para todos lados, como quien busca algo en particular. La fila avanzaba lentamente. Era fin de mes y muchos trabajadores fueron a cobrar su sueldo. De este modo pasaron las horas y llegó su turno. Nervioso se acercó a la cajera, la saludó muy cordialmente y le entregó un papel. En el intertanto respiró muy profundamente, se dio media vuelta y sacó un revolver. -¡Esto es un asalto!- gritó con vehemencia y toda la concurrencia se lanzó contra el piso. Así obtuvo una buena cantidad de dinero. Siempre apuntando a la clientela, se fue acercando a la salida pensando en que ahora sí podría sacar adelante a su familia. Contento por haber logrado sus objetivos, abrió la puerta y una fría bala de hierro penetró su corazón. Un policía que caminaba por el lugar escuchó el alboroto y sin compasión redujo al asaltante y su esperanza de comenzar una nueva vida.