28 abr 2011

Realidad

¿Es el sueño una realidad? Faustina no lo sabía. Todos los días vivía en esa constante incertidumbre, desconociendo si sus acciones realmente repercutirían en el mundo. Sentada, sola, frente a una gran pantalla, no lograba conciliar sus acciones. Lo que a simple vista parecía ser algo rutinario, no era más que un cúmulo de extrañas y terroríficas experiencias. Postales expresionistas que configuraban cada uno de sus días. Un peligroso limbo que lo acercaba cada vez más a esa profunda oscuridad. Un viaje sin retorno al que Faustina no temía, puesto que una ventana que se hallaba frente a ella, le revelaba que en realidad todo era normal. Un día, sumergida en esta desagradable incertidumbre y con mucho más miedo que antes, Faustina quiso salir de ese mundo. Miró nuevamente hacia su ventana y quedó maravillada. La luz que entraba por ésta era tan cálida, tan hermosa que le fue imposible no acercarse a ella. Por primera vez en su vida, Faustina se alejó de su pantalla y se dirigió a la ventana, su gran salvavidas. Hallándose frente a ella, cerró sus ojos y sintió como la brisa del viento se encontraba violentamente con su rostro. Era agradable. Por fin Faustina lograba esbozar una leve sonrisa. Todo andaba bien. Todo era normal. Su corazón ya no temía. ¿Sería éste el final de su pesadilla? Satisfecha nuevamente de haber salido de su largo limbo, Faustina abrió sus ojos y sólo vio oscuridad.

26 abr 2011

Armonía


Mientras el Chelo enamoraba a la Viola y la Negra seducía al Contrapunto; la Guitarra solitaria se dejaba acariciar por el instrumentista.


La Espera

1945. Ella mira su reloj. Sólo faltan 5 minutos para la hora acordada. Estaba ansiosa y algo apenada, pues no lo volvería a ver quizás hasta cuando. Era su última oportunidad y todo debía salir perfecto. Su mejor perfume, su mejor labial, las pestañas perfectas, aquel vestido que nunca usó esperando una oportunidad como ésta. Todo estaba en su lugar. El plan marchaba a la perfección. Hoy sería suya. Un romance real y eterno. Dos minutos. Su cuerpo temblaba, sus manos sudaban. Era agosto, los duraznos en flor flotaban en el cielo y la muchedumbre caminaba apresurada, como cualquier día laboral. Un minuto. ¡Mitzuko! Escuchó a lo lejos. Se volteó y sólo vio un resplandor.

Se enamoró la morena

¡Baila morena esta cueca que por mi amor te voy a tomar!... Empezó a cantar el Marcelino mientras las chiquillas sacaban a bailar a los clientes. -Ejá- gritó don Pelayo que con su fiel pipeño tañaba en su mesa medio curado. En un rincón, la Ramona se reía con un vejete, mientras la Jacinta le hacia ojitos a Manolito, el pije que se quería hacer hombre. Y así empezó la segunda... Todos se levantaron a bailar. La pista se llenó en un abrir y cerrar de ojos. Las chiquillas empezaron a gritar y a mostrar lo suyo. Contorneando sus hombros y levantando sus polleras fueron conquistando el deseo y el bolsillo de sus clientes. Así se armaron las parejas. Entre vuelta y vuelta, las mujeres tomaban a los más vivarachos para iniciar su "trabajo".

25 abr 2011

Cinco Minutos

Aún de noche, la vio pasar frente suyo. Como de costumbre, la miró sin disimular su angustia. Siempre a la misma hora y en el mismo lugar, despertando sus más profundos deseos. Su voz, su aroma, su piel, su dulzura; todo era una incógnita para él. Sólo cinco minutos le bastaban para hacer realidad su única gran fantasía. Cinco minutos para vivir su idilio. Trescientos segundos para protagonizar las más fogosas líneas de sus poemas. Sólo cinco minutos. Una eternidad. Sí, sólo cinco minutos para que la marcha del autobús lo despertase y ella quedase ahí, en el lo que siempre ha sido, una simple fantasía.